Masachapa y Pochomil son dos pueblos siameses, imposibles de separar quirúrgicamente, y que cuanto más van creciendo más se van juntando. Son siameses, pero no gemelos. Difieren considerablemente uno del otro.
Aunque yo me he asentado en Masachapa, mi corazón está repartido entre las dos poblaciones… digamos que tirando más a Pochomil, la verdad sea dicha.

Masachapa es más urbano, más concentrado, con una intensa actividad pesquera y una playa que cuando sube la marea, queda reducida a la arena que los paseantes han ido esparciendo por las avenidas que desde ella llevan hacía el pueblo. Pochomil es más extensiva; se despereza lánguidamente a lo largo de una inmensa playa y, la marea, aunque la afecta recortando su superficie, no la deja reducida a la mínima expresión.
Tanto una como otra eran hace unos años las playas a las que acudían, tanto en vacaciones como en fin de semana, los habitantes de Managua. Por algo es la zona costera más próxima a la capital. Actualmente se han visto eclipsadas por las zonas del sur, con la bonita ciudad de San Juan del Sur a la cabeza.
En la Terminal de autobuses Ricardo Morales, dentro de las terminales del Mercado Oriental, se pueden coger autobuses que llevan a Masachapa y Pochomil. Tardan unas 2 horas en hacer los 60 km. del viaje, pero a mi entender es una experiencia muy interesante. Cuestan la módica cantidad de 30 córdobas. menos de 1 euro.
También se puede ir en taxi, pero es bastante más costoso. En la misma estación de autobús se puede preguntar por los taxis hacía Masachapa. Si se reúnen 4 personas y se llena el vehículo, el viaje saldrá mucho más barato. No os digo cuanto, porque eso es algo a tratar con el conductor y seguro que os ocupará un buen tiempo en regateos.

No os voy a engañar, en Masachapa no hay mucho que ver, al menos desde el punto de vista turístico tradicional. Quizás uno de los principales atractivos sea ver un pueblo de costa en el que prácticamente no hay turismo extranjero. Un pueblo en el que todavía te miran por la calle cuando eres de fuera, y en el que la fiebre del turista todavía no ha alterado mucho a los del lugar. La mayor parte de los visitantes que acuden a la zona son nacionales. Pero eso no es todo, siempre hay muchas cosas que admirar y descubrir si se sabe ver. Solamente hay que esforzarse un poco.

Reconozco que yo llegué a Masachapa por circunstancias especiales. En la ciudad está situado el hotel de un amigo, y me ofreció hospedarme como primera etapa en Nicaragua. Si no hubiera sido por eso, no creo que hubiera aparecido por ahí. Pero como dice el refrán, de perdidos al río… o mejor dicho, a la playa de Masachapa. Así que utilicé el hotel de Masachapa como centro de operaciones.

Enseguida comencé a encontrar cierto atractivo a los pequeños placeres de pasear por la arena al amanecer, charlar con los locales, investigar los escasos comedores existentes en la zona y acudir a la playa cuando los pescadores vuelven con sus capturas, para hablar del día a día de la pesca, además de comprar algún que otro pescadito para echar a la barbacoa. Placeres muy cotidianos, que a veces echas de menos en los viajes, que acostumbran a ser de todo menos calmados.

Si apareces por aquí te recomiendo bajar temprano a la playa, antes de las 8, por la rampa que pasa junto al puesto de policía local y al de las Fuerzas Navales y acercarte a la zona a la que llegan las lanchas de los pescadores. Las lanchas, dotadas de potentes motores fueraborda, entran a toda velocidad en la playa, aprovechando el impulso de las olas y la fuerza del motor, para varar lo más adentro posible en la tierra. Ahí mismo desembarcan el pescado y lo distribuyen entre los numerosos puestos que hay repartidos por una callejuela que sale de la misma playa. Encuentras pequeños atunes, langostas, camarones, pargos rojos, guacamayos (si, no te extrañes, no es es un loro, es un pez bastante grande), montones de otros peces que me es difícil memorizar y, por desgracia, bastantes huevos de tortuga.
Cuando está a punto de caer la noche, sobre las 5 de la tarde, llega otra tanda de barcos. Estos suelen alejarse más de la costa a pescar tiburones. Ten en cuenta que la mayor parte de lo que en occidente venden como pez espada, es en realidad tiburón.

Ahí mismo limpian el pescado. Los perros y los zopilotes, unos buitres negros del tamaño aproximado de un pavo, se reparten los restos en buena vecindad, dejando al final del día la playa hecha unos zorros y con un olor de mil demonios. Pero que narices, es el olor de su vida, de su día a día y en parte de su miseria. Si quieres algo más placentero, tienes que alejarte de la zona de los pescadores, al otro lado de la playa, en el área de los restaurantes y los bañistas. y si quieres algo que se asemeje al pequeño paraíso tropical que te habían prometido cuando saliste de tu país, entonces recorre un par de kilómetros de playa y vete a Pochomil. Pero exprime antes un poco Masachapa, aunque solo sea para darte cuenta porque hace años inspiró una canción tan bonita…. siento tu cuerpo vibrar cerca de mi…
Que solos se quedan los muertos.
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